Piz Bernina por Biancograt (día 3)

Escrito por Capra Alpina.
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Habíamos ascendido el Piz Bernina por la arista blanca (Biancograt). Asumíamos que lo más difícil había terminado, pero aún quedaba el regreso. Nos aguardaba un glaciar lleno de profundas grietas que conducían directamente a la morada de Hades. Y descubrimos que en la montaña, como en otros aspectos de la vida, nunca debemos bajar la guardia.

GRIETAS

7 de octubre:

Se nos pegaron las sábanas. Para cuando teníamos todo listo, los eslovacos habían marchado y ya eran las 10 de la mañana. Es cierto que pensábamos que aquel día iba a ser un mero trámite de bajada.

Comenzamos a descender por la glaciar. Teníamos que alcanzar una loma a una altitud superior de la que estábamos y para ello teníamos que subir una pala sobre el propio glaciar. Pocos días antes había nevado bastante y había una capa de nieve que recubría las grietas. Aún y todo, uno nunca está preparado a que el suelo desaparezca bajo sus pies.

Para atajar el camino abierto por los eslovacos, no quisimos perder altura y decidimos realizar una pequeña travesía antes de empezar a remontar la cuesta. El camino se tornaba caótico. Empezaban a aparecer grandes agujeros imposibles de tapar con una simple nevada. Dudábamos por donde progresar. En una bifurcación decidí tirar hacia arriba, ya que iba primero en nuestra cordada de dos.

Cada paso era un paso de fe. Sobretodo en una zona donde vislumbrábamos tantas grietas. El miedo a caer en una grieta era ya latente. Di un paso. Luego otro. Y de pronto, ¡el suelo cayó bajo mis pies! Me desplomé al vacío. Instintivamente, estiré el pié y enganché un crampón en la pared que tenía en frente. Noté que el arnés me tiraba hacia arriba. Beñat estaba aguantando mi cuerpo casi desplomado al vacío mediante la cuerda que nos unía. Sólo conseguía asomar la cabeza fuera de la grieta.

Giré sobre el eje de mi crampón. Alcé los brazos fuera del agujero para poder clavar el único piolet que llevaba en mano. Debajo no notaba ninguna pared donde traccionar con los pies. El agujero de hielo formaba un balcón bajo la nieve. Beñat me tiraba hacia atrás, pero no podía encontrar un punto donde montar una reunión. Yo gritaba por el miedo, pidiéndole que me sujetara con fuerza. La grieta no se extendía en perpendicular a nuestra cuerda tensa, sino que lo hacia mediante una curvatura que se acercaba peligrosamente a Beñat. Mi miedo era caer y pendulear hasta desaparecer en las profundidades del abismo.

Traccioné con el piolet y tiré de brazos. Conseguí alzarme hacia arriba a pulso, con miedo a que el balcón cediese. Aguantó el peso de mi cuerpo y, arrastrándome como una serpiente, conseguí deslizarme lejos del agujero. Mi cuerpo temblaba y yo intentaba controlar mi taquipnea. Empecé a aspirar aire con más calma, hasta que conseguí adueñarme de mis nervios.

Beñat se prestó a cambiarme de posición y guiar la cordada. Volvimos a la bifurcación y cogimos el camino que proseguía unos metros más abajo. Hicimos una travesía muy delicada abocados casi a un desliz fatal entre una pared y una profunda grieta. Lo superamos y poco a poco nos fuimos alejando del caótico atajo que habíamos decidido tomar minutos antes.

Subimos la pala de nieve haciendo eses sobre nuestros pasos. Alcanzamos a la pareja de eslovacos. Nos dejaron pasar para que abriésemos huella. Saltamos alguna grietas. Le volví a relevar a Beñat, para repartir el desgaste. Alcanzamos la loma superior. Era un balcón gigante que dejaba nuestro valle a un lado y continuaba paralelo a la cresta superior, hasta alcanzar la siguiente quebrada. Tras otra hora de travesía lateral, alcanzamos un filo rocoso, donde descendía mediante más rápeles.

Fuimos alternando simultáneamente las cuerdas para montar los rápeles. Nos coordinábamos a la perfección los cuatro, para poder ahorrar algo tiempo. Era un tramo aéreo y delicado. Nieve polvo se entremezclaba con hielo y roca. Y había que navegar hasta encontrar el siguiente punto de anclaje.

Tras hora y media de continuados rápeles, alcanzamos el filo nevado, que descendía a un plató glaciar. Aquí nos volvimos a encordar para evitar cualquier tipo de susto. Seguidamente alcanzamos grandes bloques de granito. Guardamos el material y supimos que lo más delicado ya había pasado. Aún y todo, todavía teníamos por delante el descenso sobre este incómodo terreno rocoso, continuado por una lengua glaciar completamente pelada, con su hielo ancestral al desnudo, y terminado por una pista adecuada para los turistas que se quieren deleitar por las vistas del angosto valle que tiene la desenbocadura a las puertas de este mismo glaciar, acompañadas por todos los gigantes picos de alrededor.

Beñat y yo bajamos sin contemplaciones. Iban a ser las 19:00 de la tarde y la luz se iba apagando. Llegamos a la estación de Morteratsch, donde un tren vino nada más alcanzar el andén. No nos dio tiempo a esperar a la pareja eslovaca, que nos hubiera gustado despedirles con un sentido abrazo, por haber compartido vivencias tan intensas. El siguiente tren venía una hora más tarde y nuestro coche estaba esperando a ser retirado antes de que le pusieran multa alguna. Habíamos excedido del límite de 48 horas.

Los eslovacos formaban una pareja extraña. El padre parecía un alpinista forjado a base de experiencia donde dejaba entrever mediante técnica y nudos a la antigua usanza que había vivido muchas historias en la montaña; el hijo, un portento de escalador con mucho futuro por delante, que llegaba a abrir vías de octavo grado y competía a un alto nivel. Era su primer cuatro mil, el primero al que le llevaba su padre. Ni ellos, ni nosotros, olvidaremos aquella experiencia jamás.

Las secuelas perduraron: Nuestras manos tardaron más o menos un mes en recuperarse de los hormigueos y los síntomas incipientes de congelaciones que sufrimos en aquella ascensión; y, por otro lado, la vivencia de esta aventura se ha quedado forjada en nuestra memoria. Esas sensaciones, por mucho que las intentemos explicar mediante relatos y fotografías, nunca llegarán a ser expresadas con la intensidad en que las llegamos a vivir.

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Ficha técnica

  • Ruta: Piz Bernina Biancograt
  • Fecha de ascenso:2016-10-07
  • Longitud:36000 m.
  • Desnivel:2272 m.
  • Ubicación:Alpes
  • Categorías : Arista, Crampones, Escalada clásica, Mixto
  • Dificultad:AD+ (Pasos mixtos (nieve, hielo y roca) y experiencia en navegación en terreno caótico)
  • Graduación de la escalada en roca:IV
  • Graduación del corredor:50º
  • Graduación de la escalada mixta:M1
  • Graduación de la escalada en hielo:WI1
  • Ruta circular:
  • Termina en el punto de salida:
  • Acceso:Siguiendo el camino de Pontresina a Samedan.
  • Tiempo ascenso:3 días
  • Características:Primer tramo: mixto con roca, hielo y nieve. Segunda parte: un filo empinado de nieve. Tercera parte: cresta aérea y mixta.
  • Material:Cuerda de 60 metros, crampones, un piolet, semaforo de aliens, bagas, fisureros, dos tornillos de hielo y casco.
  • Condiciones:Sin que la arista se haya cargado de nieve.
  • Época: Verano, Otoño, Primavera
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