Ascensión a los cuatromiles de Ecrins en invierno
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Entre lo incierto e inopinado se hallaba el hecho de querer ascender al Barre des Ecrins en invierno, siendo ésta, seguramente, la primera ascensión invernal de la temporada. Según los locales, hacía un par de semanas que una pareja había hollado la cima de Dom de Neige con esquis y aún podíamos vislumbrar escasas huellas que refutaban tal afirmación. Por lo tanto, sin otro precedente de por medio, ni una huella algo más sólida para superar las grietas de la última y pronunciada pala, nos enfrentamos al reto en la primera semana que daba comienzo al invierno con condiciones meteorológicas realmente óptimas, casi veraniegas.
Dejamos el coche al fondo del valle de Ailefroide, en el refugio de Pré de Madame Carle (1.874 m), después de cruzar un precioso camping que parece una comuna hippie. En verano se suele llenar de escaladores; en invierno, en cambio, cuelgan algunas imponentes cascadas para los amantes del hielo. Este mismo factor, el hielo, cubría toda la carretera y hacía que la mayoría de los coches tuviesen que estacionar un kilómetro antes del final de la pista, pero nosotros disponíamos de un todoterreno que permitía ahorrarnos 15 minutos de caminata. Lo normal para esta época sería que en Les Claux la barrera estuviese echada.
Una pronunciada y herbosa cuesta se abría ante nosotros hacia el norte y la tuvimos que superar en unos cuantos zigzags. La nieve cada vez se iba haciendo más presente en el camino. En menos de una hora, alcanzamos un riachuelo que bajaba caudaloso. El puente desmontado, creemos, que lo utilizan en verano. Tras sortear el fluvial pisando casi al azar rocas que sobresalían de la corriente, nos detuvimos para recuperar fuerzas bebiendo algo de agua gélida.
Enseguida emprendimos la marcha, pero antes de ello, dos parejas nos adelantaron. Iban en dirección al refugio de Glacier Blanc, el cual es frecuentado por gente que quiere observar la lengua del glaciar de cerca, ya que se encuentra justo a sus faldas. Caminamos sobre piedras, nieve y algún tramo delicado y deslizante de hielo. Pasamos a un lado el antiguo refugio Tuckett y, encima de un espolón, nos dimos cuenta de que el refugio Glacier Blanc tenía una posición privilegiada sobre nosotros.
En el refugio, alguien nos comentó que no sería buena idea ascender al Barre de Ecrins debido a que las grietas estaban medio tapadas por un fino manto de nieve y que no había huellas como para que supiéramos cómo esquivar los agujeros. Enseguida asaltaron en nosotros las dudas y los temores y la voz de aquel señor retumbó sobre nuestra conciencia hasta la mañana siguiente.
Habían transcurrido dos horas desde que dejamos el coche. Según nuestra guía y los carteles que habíamos vislumbrado por el camino, quedaba la mitad. Pero nada más lejos de la realidad. Tardamos casi el doble en dar caza al refugio de Ecrins. El camino transcurría por la derecha de la lengua del glaciar, sin tocar en ningún momento la nieve, según nos dijeron, siguiendo los puntos blancos. Una vez habiendo cogido cierta altura y, desde nuestra posición, poder contemplar todo el inmenso glaciar, se nos plantearon dos opciones: La primera, bajar al glaciar y cruzarlo por una esquina, intentando esquivar las grietas que supuestamente no se veían; la segunda, en cambio, consistía en sobrepasarlo por la ladera norte, siguiendo los mencionados puntos. Optamos por la segunda opción, sobre todo por los consejos que nos dieron (entre otros, que ni se nos ocurriese subir a Barre), pero la ladera que seguíamos era de constantes altibajos y, de vez en cuando, nos hundíamos hasta las rodillas en las franjas de nieve que cada vez eran más constantes. Estamos seguros de que perdimos un buen tiempo por la ruta que escogimos, en vez de ir directos por el inmenso glaciar, pero tampoco era un día para correr en exceso y nuestro objetivo era llegar al refugio antes de la caída del sol.
Después de tres largas horas y tras doscientos metros de una cuesta de gravilla que nos desviaba del camino hacia la cumbre, llegamos a nuestro lugar para pernoctar. La sorpresa fue mayúscula cuando descubrimos que prácticamente todo el refugio estaba abierto de par en par para nosotros. Mantas, mantas y más mantas estaban disponibles enteramente para nosotros y alguno que otro se arrepintió de subir el saco de invierno que llegaba a abultar casi la mitad del espacio de la mochila.
Cenamos a base de Yakisobas y nos metimos para las seis y media a la cama. No había nada más que hacer con el frío y la oscuridad que predominada en la estancia. Yo dormí placenteramente, con cinco mantas pesando sobre mi cuerpo, pero otros, en cambio, tuvieron ciertas incertidumbres pensando en la pendiente que se veía muy imponente desde el refugio de Ecrins.
Al día siguiente nos despertamos a las 5 con celeridad. Desayunamos, nos preparamos y dejamos todo el material listo para poder recogerlo a la vuelta sin tener que volver a subir los 200 metros de desnivel que separaban el refugio del glaciar.
5 personas completaban nuestra expedición. Al pisar el glaciar nos encordamos todos con la misma cuerda. Empecé a imponer un ritmo bastante exigente, ya que cruzar toda la extensión del glaciar no suponía demasiado desgaste en cuanto a desnivel. Después de hora y veinte minutos, alcanzamos la base de la ascensión.
Cambiamos el orden de la cordada. Subíamos decididamente, sin mediar palabra con el compañero, contemplando y analizando constantemente cada ranura que se pudiese apreciar debajo del manto blanco. Tensionábamos la cuerda con asiduidad. Teníamos la suerte de que el sol ya había empezado a iluminar el paisaje, pero la perspectiva cambiaba completamente a cómo veíamos a lo lejos el camino a trazar. Intentábamos orientarnos sacando la cámara y observando las fotografías obtenidas el día anterior desde una perspectiva mucho más objetiva.
El camino lo trazamos desde la cuesta más occidental, caminando en diagonal hacia el centro. Una vez habiendo sobrepasado la pared de nieve donde se puede apreciar un gran desprendimiento de bloques de nieve, nos dirigimos en línea recta hacia arriba hasta alcanzar una loma, debajo de una pared llena de seracs. Lo cruzamos por debajo, dirección este, hasta que llegamos al punto más lógico para sobrepasar dichos obstáculos. En este punto, tuvimos que pasar con soberana delicadeza una grieta y avanzar por una cuesta con bastante pendiente, quizá rozando los 35º de inclinación. Al final, otra vez recorrimos en dirección contraria por debajo de una rimaya hasta alcanzar el collado, donde recuperamos fuerzas comiendo un bocadillo.
El último ascenso era el más empinado. Primero tuvimos que cruzar una delicada rimaya para alcanzar la última pala, donde pudimos disponer de una cuerda fija. En veinte minutos, alcanzamos la cima de Dome de Neige. Unas cuantas fotos y decidimos bajar hasta la base de la pared que enlazaba con la arista de Barre de Ecrins. En este punto encontramos una reunión para poder rappelar. Dos compañeros tiraron para abajo, nosotros, decidimos aprovechar el momento y la situación para poder hollar la segunda cima del día. Desde dicha reunión no pudimos cruzar hacia la izquierda, bordeando la pared de 8 metros, ya que una pala de hielo nos impedía el paso de forma muy precaria y nos pareció más seguro escalar, con el frío que hacía, por una fisura que vislumbrábamos.
Aseguramos el paso que nos pareció más difícil de lo que en un principió creíamos. El paso sería de una dificultad aproximada al IV/IV+, pero con crampones y guantes, sufrimos de lo lindo para poder superar los 8 metros.
Una vez los tres en la reunión de arriba, nos dispusimos en formación de ensamble. Los pasos no superaban el II grado, pero la arista era afilada y algún paso era un tanto comprometido. Al final, después de dos horas de pausada concentración, buena fijación en cada paso y un “vísteme despacio, que tengo prisa”, llegamos a la cima más alta del macizo de Ecrins.
Tan sólo queda anotar que para el descenso de la arista tardamos más o menos el mismo tiempo y, hora y media más tarde, llegamos al refugio desde donde había comenzado nuestra jornada. Rozaban las cinco de la tarde y por no bajar el glaciar de noche, decidimos pasar una noche más en ese mismo lugar, aún sin tener cobertura y sin poder avisar a los compañeros que dejamos cerca de Briançon.
Ficha técnica
- Ruta: Barre des Ecrins Desde Ailefroide en invierno
- Longitud:27000 m.
- Desnivel:2400 m.
- Ubicación:Alpes
- Categorías : Arista, Crampones, Subida a pie
- Dificultad:PD+ (II+ (pared de acceso a la arista, variante IV+))
- Graduación de la escalada en roca:II+
- Termina en el punto de salida:Sí
- Acceso:Acceso desde Pré de Madame Carle, un poco más arriba que Ailefroide. En invierno, normalmente la carretera suele estar cerrada desde Les Claux.
- Tiempo ascenso:11 horas desde refugio a refugio
- Características:Recorrido con glaciar, grietas, seracs y una arista aérea.
- Material:Cuerda para glaciar, crampones, un piolet y casco. Saco no hace falta, ya que en el refugio hay muchas mantas.
- Condiciones:Días veraniegos en pleno invierno, para poder empezar a caminar desde Ailefroide. Cuidado a la carga de la nieve, por los seracs de la última cuesta.
- Época: Invierno
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