Matterhorn / Cervino

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"Escalad si queréis, pero recordad que la fuerza y el valor no son nada sin la prudencia. Y una negligencia momentánea puede destruir la felicidad de toda una vida. No hagáis nada con prisa, mirad bien cada paso y pensad que cada momento puede ser el fin". Fueron las palabras del célebre Edward Whymper, que según su lápida, era Autor, Explorador y Montañero. Fue el primer ser humano que coronó la cima del Matterhorn el 14 de julio de 1865, sólo dos días antes de que lo hiciera su competidor Carrel por la arista Lion.
Aquella ascensión estuvo marcada por la tragedia y la imprudencia. Whymper había intentado la cima más de media docena de veces, en todas ellas, infructuosamente. Esta vez, consiguió reunir un equipo de siete alpinistas, algunos de ellos, novatos para la magnitud de la hazaña. Le acompañaba el experimentado guía Michel Croz, quién fue el encargado de otras primeras ascensiones en la cordillera de los Alpes. Completaban el grupo, Lord Francis Douglas, Charles Hudson, un joven estudiante llamado Hadow y los guías de Zermatt, Taugwalter, padre e hijo.
Se cuenta que el acontecimiento causó un gran revuelo mediático para aquella época. Se seguía la ascensión, día tras día, desde el mismo pueblo de Zermatt por parte de curiosos y la prensa. El 14 de julio, pusieron por primera vez pie sobre tan codiciado techo, y para certificar su ascensión, colocaron una bandera en la cima. La satisfacción y la alegría eran enormes, pero aún quedaba el descenso.
Whymper estableció el orden de bajada: Primero, Croz, seguido por el inexperto Hadow. Luego iban Lord Douglas y Hudson. Al final, Whymper con los Taugwalter. Éste fue uno de los grandes errores de aquella desgraciada cordada. El más habilidoso tiene que ir detrás, por si hay que asegurar a los que van delante. Croz, supero por enésima vez un obstáculo, cuando Hadow resbaló y cayó encima de él. Los dos se precipitaron al abismo, seguidos, como no, de Douglas y Hudson, ya que todos iban atados en la misma cuerda. Los Taugwalter, al percatarse de lo que ocurría, pasaron la cuerda rápidamente por una roca para intentar frenar el fatídico destino que les deparaba a todos. Cuando la cuerda se tensó, se rompió. Los cuatro que iban en cabeza cayeron al vacío, agitando los brazos, intentando, impotentes, agarrarse a algo que sostuviera sus vidas.
En la montaña, podemos considerar una cordada habitual una que esté compuesta por dos o tres personas. Los siete iban atados a la misma cuerda. Y la cuerda que emplearon para encordarse, debió de ser la más vieja y fina que tenían en ese momento. Una cuerda con la que nunca debieron de atarse. Se dieron un cúmulo de despropósitos e imprudencias que al alpinista de hoy en día no se le pueden consentir.
Aquella epicidad se había truncado drásticamente en el mismísimo infierno. Se cuenta, que en la agónica bajada, los Taugwalter vieron a lo lejos, en la cima del Lyskam, algo celestical: una cruz gigante que se formaba gradualmente entre las brumas. Enseguida se lo comunicaron a Whymper y los tres se quedaron boquiabiertos y paralizados durante unos instantes.
Días más tarde fueron a buscar los cuerpos de los alpinistas despeñados, pero sólo encontraron a tres: Hadow, Hudson y Croz. Lord Douglas nunca ha sido hallado. Empezaron las investigaciones y teorías de conspiración; las propuestas de la monarquía Inglesa por frenar el alpinismo. La primera gran tragedia del alpinismo marcó aquí el final de su época dorada.
Tras casi 150 años después de su ascensión, nos toca a nosotros revivir aquella experiencia que vivió la legendaria cordada. Por supuesto, la nuestra no pasará a la historia, pero esperamos que con nuestro relato ayudemos a quienes quieran conquistar una de las cimas más bonitas y cautivadoras del mundo.
Ascensión al Cervino por Hörnligrat:
A la noche no pude pegar ojo más que un par de horas. Las pesadillas que nos dormíamos y nos levantamos tarde eran recurrentes. Quizá por la tensión de que nuestra ascensión fuese demasiado lenta y tuviésemos que vivac-ear en la montaña. No sería la primera vez - ni la última - que pasase en esta montaña, ya que un par de días antes estuvimos leyendo un par de blogs que nos confirmaban la odisea que supuso para ellos.
Aún y todo, el día anterior a la cumbre, caminamos una hora sobre el refugio. Aquello nos tranquilizó un poco, ya que vimos que es un terreno bastante accesible si somos conocedores del camino. Ese es el gran problema del Cervino: salirse del camino correcto.
Nuestra estrategia era clara. Queríamos seguir a un claro dominador de la zona. Casi la mitad de los huéspedes del refugio eran guías, por lo que ir detrás de uno de ellos no debería suponer ningún problema, ya que estimábamos que algunos clientes no estarían físicamente a nuestro nivel. Un cartel en el refugio nos prohibía salir antes de las 4:20 de la mañana. Según rezaba, para no estresar a los guías.
Permanecimos atentos en el desayuno. Sólo teníamos 20 minutos para ello. Yo me sentía muy débil por no haber descansado lo suficiente. Esperaba que eso no me afectase a la hora de imponer un buen ritmo de subida. Los nervios estaban a flor de piel. Mis manos temblaban al coger una tostada y no era precisamente por el frío. El respeto a esta montaña era (y es) enorme, más aún habiendo leído artículos catastróficos en otros blogs. Los cuadros y fotografías de las paredes verticales de esta montaña expuestos en el refugio tampoco ayudaban a tranquilizarme. La cima parecía expectacularmente aérea.
Y entonces, llegó el alboroto. Algunos guías empezaron a levantarse. Nos inquietamos al ver tanto movimiento. No queríamos molestar, no queríamos entrar en pugna con ningún profesional; pero tampoco nos queríamos dormir. Queríamos seguir la serpiente de luces que iba a ir montaña arriba. Esperamos cautos hasta las 4:20. Era la hora. Nos levantamos y salimos del refugio. Ya teníamos todo el material colocado en el desayuno. Sólo faltaba el encordamiento.
Con la rapidez que nos ha dado la experiencia de otras cumbres, nos encordamos rápidamente. Da gusto ver cómo trabajamos en equipo. Cada uno tiene bien asimilado su rol y lo que tenemos que hacer en cada momento. La piezas del engranaje empezaron a funcionar a la perfección. Caminamos 5 minutos y nos colocamos justo detrás del primer atasco que se formó en el primer resalte. Aquí empieza la ascensión.
Más de la mitad de los clientes eran orientales. Al que estaba frente a mí se le agotaron las pilas de la luz frontal. El guía resopló. "Empezamos bien..." - seguro que pensaría para sus adentros. Nos dejó pasar, pero esperamos con respeto en nuestra posición. No les queríamos molestar. Prosiguieron, subieron la primera repisa de cuerdas fijas y, a continuación, nos tocó el turno a nosotros.
Agarré la cuerda con firmeza, como si mi vida dependiera de ello. Respiré hondo, cogí impulso... ¡y arriba! Ya no había vuelta atrás. Nos habíamos puesto en marcha y los nervios se habían desvanecido. Tampoco hacía frío, porque recorríamos constantemente la parte Este de la arista, donde nos resguardaba del viento. Sólo al final, cuando nos expusimos a la pared Norte, las ráfagas de viento encumbraron nuestra templada calma.
Pasamos el primer resalte ayudándonos de la cuerda fija. Seguimos por terreno descompuesto hasta el primer corredor. Antes de llegar a él, giramos a la derecha y subimos a la arista. Recorrimos un tramo hasta volver a meternos en la pared Este. Otra vez izquierda y derecha. Volvimos a salir hacia la cresta. Esta vez subimos por una chimenea de IIº grado. Después de superarla, volvimos a cruzar otro corredor, una vez más, alejándonos de la arista. Cómo si fuésemos una cuerda que se tensa y destensa, volvimos hacia el filo de la cresta. Habíamos superado unos tres corredores y la referencia aquí era de una hora y 3.500 metros de altitud. Hasta ahora, en todo momento, había sido una trepada constante de I y II, sin relajarnos en ningún momento. Y los guías que iban delante nuestro apretaban los dientes con los clientes. Aún y todo, conseguimos mantener el ritmo con relativa facilidad.
Mi temor de confundirnos de camino se desvanecería al amanecer. Por eso, lo primordial en ese momento era no perder comba con los conocedores del terreno. Seguimos en la misma tónica: nos alejábamos de la arista y volvíamos a acercarnos. Hasta un punto en el que alcanzamos los 3.700 metros, muy cerca del antiguo refugio (3.800 m.), donde nos situamos realmente lejos de la cresta. Lo tomamos como punto de referencia para que a la vuelta encontrásemos el camino correcto.
Me estaba sintiendo como nunca. Estaba tranquilo, estaba con muchas fuerzas y muy optimista. Veíamos que la cumbre estaba entre nubes, pero no me desmotivaba. De hecho, teníamos bastante mejor ritmo que el guía y el cliente que iban justo delante de nosotros. Vi que se estaban quedando unos metros rezagados del grupo general, por lo que tuve la tentación de pasarles. Pero, antes de hacerlo, consulté con mis dos compañeros de cordada: "¿Les pasamos?". "No!" - me contestaron. Me pusieron los pies en el suelo. Era mejor ser cautos, no emocionarnos, no meternos en líos por pasar a un guía y reservar fuerzas para más adelante. Acaté las órdenes.
Pasamos el antiguo refugio, donde sólo queda una viga de madera, y fuimos en dirección al refugio Solvay. Estaba a 200 metros, pero ya lo veíamos muy cerca. El reloj marcaba 2 horas caminando. Tenía buenas sensaciones y estaba disfrutando de la ascensión. Lo estaba disfrutando tanto, porque no es similar a otra montaña de los Alpes que tenemos que recorrer largos caminos entre glaciares. La arista me recordaba más a los Pirineos, a las trepadas que solemos estar acostumbrados a realizar sin cuerdas y con pasos relativamente sencillos.
Antes del refugio, se montó un pequeño atasco. Antes de la placa Mosley hay un paso en travesía de derecha a izquierda que requiere que los guías aseguren a sus clientes. Es un pasito de III. Aprovechamos para hidratarnos y comer unos membrillos. Después, nos tocó el turno. Lo hicimos en ensamble sin ningún problema, metiendo seguros en las estacas fijas que nos encontramos por el camino.
Después de este obstáculo, nos enfrentamos con la placa Mosley. Me vi confiado y seguro. Mis compañeros también. Días antes habíamos decidido que seguramente lo hiciéramos en un largo, ya que traíamos la vía muy estudiada, pero vi la cordada con confianza para afrontarlo en ensamble. Lo atacamos sin más dilación. Prestando un poco de atención a los agarres, lo superamos con facilidad. Tiene una graduación de III y unos 15 metros de largo. Está muy bien equipado, por lo que no tuvimos problema de meter seguros.
En 2 horas y media desde Hörnli-hutte llegamos a Solvay-hutte. ¡Qué buen ritmo!
A continuación venía la placa Mosley Superior, de III+. Había un atasco, por lo que aprovechamos para beber, comer y sacar fotos. Al librarse la vía, la atacamos y la subimos sin ningún problema, otra vez en ensamble y utilizando las chapas ya instaladas. A partir de aquí el camino es claro. Se continúa por la arista hasta llegar al hombro. Hacía tiempo que amaneció y ya no teníamos la presión de tener que seguir a algún guía. Aún y todo no podíamos relajarnos, ya que aún teníamos que afrontar toda la bajada.
Tras una hora más, llegamos al hombro o shelter. Aquí nos pusimos los crampones. Tiramos hacia arriba por una pala de unos 45º de inclinación hasta alcanzar una vez más la arista. Cresteamos y por un terreno mixto, llegamos a las famosas maromas o cuerdas fijas. Es el tramo más vertical y aéreo del Matterhorn. Sin las cuerdas, nos tendríamos que enfrentar a tramos de IV y IV+. Al principio es más tumbado, pero poco a poco va ganando verticalidad. Aún y todo, en ningún momento nos vino la sensación de vacío, ya que después de superar cada paso de 5 metros de pared vertical, teníamos a nuestros pies sendas repisas para colocarnos airosamente.
Casi al final de las maromas, se montó un follón entre los guías y nosotros que subíamos y otros guías que bajaban. Nadie respetaba nada. Nos pisaron, utilizaron la reunión en la que estábamos nosotros asegurados y no nos dejaron continuar hasta que ellos pasaron. Después de 15 minutos eternos que nos hicieron tragar nieve polvo, pudimos continuar, no sin antes ponernos de mal humor.
Salimos de las cuerdas fijas y vimos que sólo nos quedaba por superar la última pala que da a la cara norte del Cervino. Una pala de unos 45º de inclinación.
¡A las 9:40 de la mañana pisamos la cima del Matterhorn! Nos costó 5 horas y 20 minutos.
Unas rápidas fotos y para abajo. No queríamos perder tiempo. Vi a lo lejos la cima Italiana con su cruz, pero pensé que no tenía ninguna importancia no pisarla, ya que la cima suiza es un metro más alta. De pronto, toda la niebla que rodeaba la cima se desvaneció por unos instantes y pudimos apreciar que Zermatt y todo su valle estaban a nuestros pies. La vista desde allí fue algo increíble.
El gozo y la satisfacción eran apreciables, pero no bajamos la guardia. Sabíamos que quedaba lo más complicado y, quizás, lo más largo. Por lo que, sin más dilación, proseguimos con nuestro curso. Emprendimos el descenso, que a primeras parece algo vertiginoso, al tener que destrepar la rampa de nieve de 45º. Hay una estatua a unos metros de la cima. Algunos lo utilizan para rapelar. Pensé que la nieve estaba lo suficientemente compacta como para bajar caminando, con mucha precaución, por lo que animé a mis compañeros a bajar de esta manera. Tras unos 100 metros, nos encontramos con la primera estaca, que nos sirvió, esta vez sí, para rapelar. Optamos por esta opción, ya que la cuerda desde la estatua no alcanzaría esta estaca, pero a partir de aquí, las podíamos encontrar cada 20 metros.
Un rapel, dos rapeles y a la tercera nos acercamos a las maromas. El ritmo era más lento que en la subida, ya que teníamos que rapelar los tres uno por uno. A partir de las maromas tampoco encontramos mayor inconveniente para rapelar. Después de otros tres sucesivos rápeles, llegamos a la última cuerda fija. Habíamos descendido la parte más técnica, nos vimos capaces de destrepar desde este punto. Si hubiésemos seguido rapelando, no hubiésemos llegado al refugio de día.
Volvimos a la formación de ensamble. Fuimos destrepando por el filo de la arista. Llegamos al hombro. Bajamos otra pala de nieve con bastante inclinación y nos quitamos los crampones.
Seguimos bajando y tras otra media hora, llegamos a la placa Mosley superior. Llevábamos en total casi dos horas de descenso. Teníamos buen ritmo y estábamos saboreando el triunfo con la punta de la lengua. Pensamos que lo mejor era rapelar la placa, ya que después de Solvay hay otra placa que induce una vez más a rapelar. En ese preciso momento, nos juntamos con dos cordadas españolas que nos preguntaron si habíamos visto a sus amigos ascender a la cumbre. Asentimos, pero les dijimos que aún les quedaban casi 2 horas de ascensión. Ellos vieron casi imposible hollar la cima desde este punto. Les había llevado casi 8 horas subir hasta Solvay y presentían otro agónico descenso. Contemplamos lo poco preparados que venían a esta montaña. Lo bastos que se les veía con la cuerda. Y sobre todo, lo patosos que llegaban a ser destrepando en la roca. Creo que por eso optaron por la técnica del rápel para toda la bajada. Llegué a entender porque hay tanta mala información sobre esta montaña. En los blog de montaña de montañeros poco experimentados (ojo, no digo que nosotros seamos unos grandes profesionales) podemos leer odiseas, vivacs de mala manera y ascensiones penosas, describiendo esta montaña como el mismísimo infierno. Y nada más lejos de la realidad si venimos con las ideas claras, buena coordinación con los compañeros, mínima habilidad en cresteríos de roca y una buena previsión meteorológica. Estoy seguro de que esta gente, cuando lleguen a sus casas, escribirán otras historias de terror sobre el Cervino en sus blogs. Historias que esta gran montaña no se las merece.
En Solvay nos tomamos el primer gran descanso de la jornada (eran las 12 del mediodía). Media hora para comer y beber. Charlamos con unos italianos que pretendían pasar la noche en la cabaña. Me imaginé que esa misma noche el improvisado "hotel" colgaría el cartel de "Aforo completo". Había gente que subía a destiempo y que seguramente tendrían intención de quedarse en la cabaña. Y más abajo, vimos a más gente que ascendía con el mismo propósito.
Proseguimos. Rapelamos la siguiente placa Mosley. Y nos volvimos a encordar en ensamble con el propósito de llegar hasta el final. A pesar de habernos parado media hora a comer en Solvay, en este sencillo rápel les adelantamos a los españoles. Seguimos a los nuestro. Descendimos intentando seguir las referencias que habíamos cogido a la subida. El único problema que divisamos de aquí al refugio era la posibilidad de confundirnos de camino. Aún y todo, había pequeñas manchas de nieve que interferían en el camino y donde podíamos observar pisadas en los momentos que perdíamos la pista del camino real.
Tras tres horas de destrepe continuo, sin descanso, llegamos al punto que llegamos el día anterior. Subimos hasta los 3.500 metros para memorizar parte del camino de día. Ese día, al destrepar una chimenea, utilizamos por seguridad un friend que no lo pudimos sacar. Eran las 15:30. Ya teníamos casi todo el trabajo hecho. Teníamos tiempo de volver a intentar sacarlo. Si consiguiésemos volver con todo el material, ya sería ponerle la guinda al pastel.
Beñat rapela, bloquea la cuerda y se pone manos a la obra. La manilla para tirar del friend y desbloquearlo está muy honda, pero con los alambres de dos fisureros consigue engancharlo. Tira hacia fuera con fuerza y... ¡voilá! ¡Salió! Yo empecé a gritar de felicidad. Aquel día todo estaba saliendo a la perfección. De pronto, encima de nuestras cabezas, apareció un hombre asomándose al filo de un desplome y advirtiéndonos que el camino estaba por donde él se encontraba. Pensaba que nos habíamos perdido y que estábamos pidiendo auxilio.
Tras explicarle que nos encontrábamos bien, rapelamos la chimenea y guardamos la cuerda. Nos cruzamos con más gente que estudiaba el camino de ascenso. Algunos nos preguntaban por las condiciones, ya que los guías no les querían decir nada.
A las 16:30 llegamos al refugio. Nos abrazamos. Y ahora sí, ¡lo podíamos celebrar!
¡¡¡Lo habíamos conseguido!!!
Por cierto, los españoles llegaron a las 20:30 de la tarde, exhaustos, tras sólo alcanzar la cabaña Solvay.
Recomendaciones para ascender el Cervino:
El Cervino o Matherhorn no es una montaña técnicamente difícil. No es ni la más aérea, ni la más dura. Pero si es una montaña que pone a prueba al montañero medio. Es una montaña que exige mucha perseverancia, concentración, orientación y paciencia. Si aprobamos el examen que nos propone, hará que el sexto sentido del montañero medianamente bien preparado florezca y tenga la sensación de dar un paso más allá en el escalafón de superarse a si mismo. Por el contrario, si suspendemos el examen, puede condenarnos a una agonía donde los minutos pueden convertirse en horas, las fuerzas en dudas y la seguridad en un total despropósito.
Antes del día de cumbre, habíamos leído decenas de blogs, artículos de revistas y reseñas en libros. Tuvimos, quizás, una sobre-información de lo que teníamos por delante. Lo positivo de aquello era que teníamos muy claro, casi grabado a fuego en las retinas, los puntos más delicados de la ascensión. Pero, por el contrario, no teníamos sólo respeto (que es algo que nunca hay que perder en la montaña), sino que tanto relato agónico lo había transformado en miedo.
Quizás cuando más delicado lo veíamos los tres del grupo, Beñat fue quien cogió la iniciativa y puso las pilas al resto para que contra nuestros impulsos, afrontásemos nuestros temores. Y, efectivamente, lo conseguimos. Y nos dimos cuenta de que fue una de las montañas que más habremos disfrutado ascendiéndolo. Quitemos ese velo de nuestro ojos, y vayamos a profundizar realmente en cómo tenemos que afrontar este precioso reto.
Algunas páginas concretas de internet llegaban a la conclusión casi unánime de los tres puntos fuertes en la preparación del Cervino:
- Tener dominado el V grado a vista o III grado sin cuerdas.
- Llevar un entrenamiento exhaustivo de preparación física, como empezar a correr dos o tres semanas antes.
- Subir Allalinhorn o algún 4000 sencillo, para certificar nuestra aclimatación.
¿Y ya está? Bien, seguramente, si nuestra intención es contratar un guía, sea una recomendación perfecta para hacerlo completamente en garantías. Pero, para el resto, es una recomendación totalmente superficial.
- Lo primero que destacaría es que no fue el primer 4000 que hicimos al llegar a los Alpes. Ni el segundo. Fue el cuarto. Por delante habíamos hollado las cimas del Monte Rosa o Zinalrothorn entre otras. Nuestra aclimatación era óptima. Nos habíamos sentido a las mil maravillas a 4600 metros de altitud y sabíamos que la altura no iba a ser una problema aquel día.
- Estuvimos mirando las previsiones del tiempo casi diariamente. Escogimos una semana de estabilidad anticiclónica. Aún y todo, el tiempo no era del todo seguro, pero preguntando en el mismo refugio las intenciones de los guías, sabíamos que íbamos a encontrar un tiempo en garantías. Un amigo y guía de alta montaña me comentó una vez que si veíamos que no íbamos a hacer cumbre en 4 o 5 horas, nos diésemos la vuelta. Creo que hoy en día tenemos predicciones bastante fiables como para que la ascensión se alargue un poco más, pero siempre teniendo en cuando que el Cervino es una montaña que acapara nubes con mucha rapidez.
- Llevamos muchísimos años en la montaña. Sabemos distinguir pequeños detalles que nos hacen no perder fácilmente la orientación. Tenemos experiencia en coger referencias y memorizar puntos clave de la ruta. Esta montaña pone a prueba esta habilidad, no porque sea imprescindible, sino porque coger la senda incorrecta, hará que perdamos un tiempo muy valioso.
- El mismo guía de alta montaña me recomendó hacer una pequeña exploración de la ruta un día antes. Así lo hicimos. Y a parte de ayudarnos en la ascensión, nos tranquilizó ver que la ruta, por muy vertical que parezca, se hace con mucha seguridad.
- El día de cima, la clave fue seguir a un guía. No molestarles. Dejarles hacer su trabajo. Mostrarles mucho respeto. Pero ayudarnos de su memoria para seguir por la ruta a oscuras. Seguir un ritmo que nos diese garantías de hacer cumbre. Y no es nada complicado hacerlo si estamos bien preparados. La mayoría salen a partir de las 4 de la mañana.
- Físicamente estar bien preparados, sí. Pero yo no me preparé corriendo todos los días un par de horas. Me preparé haciendo muchas actividades de montaña. Gané en experiencia y seguridad. Potencial y físico. Pero no es nada diferente a lo que vengo haciendo ya durante tiempo. Eso sí, las últimas actividades las enfocamos a los cresteríos y escalada.
- Esta experiencia en roca es lo que te da seguridad y soltura en la alta montaña. No el ir a un rocódromo. Mucha gente que puede sacar un 6º grado a vista, a sufrido las consecuencias de escalar pasos de IIIº a 1000 metros del suelo firme.
- La técnica de ascensión es en ensamble. Nosotros lo hicimos hasta la cumbre. Y creo que es lo recomendable. Algunos hacen largos en la zona de las maromas. Pero mínimo hasta la cabaña Solvay hay que ir ligeros y rápidos. Si no nos vemos capacitados de subir pasos de II en ensamble, mejor no nos metamos en este berenjenal. El descenso, lo mismo. Nosotros rapelamos la zona de las maromas por ser la más vertical y expuesta. También lo hicimos en las placas Mosley.
- El que mejor técnica de escalada posea asciende primero y desciende en el último lugar. Esto le permite asegurar al resto pasando la cuerda por seguros o rocas que vea por el camino.
Básicamente, el consejo definitivo es que vayamos previamente mucho al monte. Es donde de verdad nos preparamos para el gran examen del Cervino. Donde se examinan los alpinistas medios y dan un paso más en su superación personal.
Conclusiones
El Cervino es una gran montaña. Una montaña con un pasado oscuro y cada vez más experiencias agónicas por la cantidad de gente sin experiencia que lo intenta ascender. Pero si la tomamos con seriedad y respeto, es una experiencia relajante y gozosa. No es una escalada de calidad, de hecho, la cara este no tiene la mejor roca. Pero es una escalada especial y larga. Su longitud es todo un reto. Su verticalidad es imponente. Y sus vistas desde la cima son gloriosas.
Es una montaña especial. Por lo diferente que es su ascensión de otras montañas, por su silueta perfecta, por su grandilocuencia y por lo que significa para el alpinismo. Es el lugar idóneo para doctorarse como alpinista. No le tengáis miedo. Pero tenedle mucho respecto.
Recordad que la fuerza y el valor no son nada sin la prudencia. Y una negligencia momentánea puede destruir la felicidad de toda una vida. No hagáis nada con prisa, mirad bien cada paso y pensad que cada momento puede ser el fin.
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Ficha técnica
- Ruta: Cervino Arista Hörnli
- Fecha de ascenso:13-08-2013
- Desnivel:700 m. primer día + 1.200 m. el segundo día
- Ubicación:Alpes
- Categorías : Arista, Crampones, Escalada clásica
- Dificultad:AD (En los pasos de IV y IV+, cuerdas fijas colocadas.)
- Graduación de la escalada en roca:III+
- Graduación del corredor:45º
- Tiempo acceso:1h 30m.
- Acceso:Desde Zermatt, coger el teleférico que sube a Schwarzsee, o subir caminando hacia Furi, para después dirigirse al mismo lago. Unas 3 horas de subida a pie. Desde aquí, en 1 hora y media, llegaremos a Hörnli-hutte (refugio Hörnli).
- Tiempo ascenso:5h. 20m.
- Tiempo descenso:6h. 30m.
- Características:Vía larga con pasos constantes de I y II. Tres pasos de III, pero todo bien equipado. Los pasos finales de IV y IV+ están equipados con maromas o cuerdas fijas. Requiere concentración desde el primer hasta el último momento por no dar ningún respiro.
- Material:Cuerda de 60m., casco, friends, cintas y expresses.
- Condiciones:Pillar poca nieve hasta el hombro o Shelter.
- Época: Verano
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