Elbrus desde la Cara Norte
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La segunda guerra mundial hizo que una parte de la batalla bélica se centrara en quién tomaba el control de este mítico volcan, actualmente el monte más alto de Europa. La intención de Hitler era colocar la bandera nazi en su punta y de una manera simbólica, hacerse dueño del petroleo de la zona. Pero los soldados de la antigua U.R.S.S. se adaptaron muchísimo mejor a las bajas temperaturas y, aunque el Tercer Reich consiguiese poner la badera en la cima, tuvieron que dar retirada a sus tropas, quedando la montaña bajo el dominio soviético. Ésta y otras partes de la historia fueron las que pisamos cuando contemplamos Europa bajo nuestros pies.
Contratamos un guía para nuestra primera expedición superior a los tresmil metros de altura. El guía fue el que se organizó con la agencia de viajes y tramitar los visados para entrar en Rusia (algo bastante complicado). También contrató a otra agencia de guías de San Petersburgo, llamada Cetneva. Por lo que el equipo lo formábamos nuestro guía local, Martín Erloza, los guías Rusos Ivan Moshnikov y su padre, Anatoly Moshnikov (que falleció a posteriori), la cocinera Lisa y nuestro grupo integrado por ocho personas.
Os plasmaré el relato extraido de mi diairo, a partir del día de aclimatación:
21 de agosto:
"Alguien me ha tocado la espalda... Ah! Es mi compañero de tienda. Me dice que se va a levantar para irse a mear. Son las dos de la mañana. Yo también tengo ganas, pero me da respeto salir con todos los militares que hay en el campo base. Nos conceden cobijo en su área de entrenamientos, pero nos obligan a hacer nuestras necesidades dentro de una letrina fétida. En serio, su olor es repugnante.
Me han vuelto a despertar a las 7. Hemos desayunado y hemos comenzado a subir en un ritmo muy cómodo, pero sin ninguna parada. En 4 horas y media hemos llegado al campamento uno, a unos 3700 metros de altura. Nos han controlado las pulsaciones para ver como reaccionamos a la altitud. Ningún problema por el momento, ¡parece que estamos en plena forma!
Hemos comido algo y después de una hora, hemos decidido descender. Nuestro objetivo aquel día era, por un lado, subir la mitad de las cosas del campamento base al campamento uno y, por otro lado, la aclimatación.
A mitad de camino nos hemos parado a descansar. Yo estoy sudando, pero he decidido no ponerme nada por encima, ya que en breve nos vamos a poner en marcha otra vez. He de destacar el paisaje, que recuerda en algunas zonas a nuestra tierra; por ejemplo, la sierra de Aralar, ya que se ven grandes explanadas con suaves laderas que terminan en picos, no muy rocosos. En cambio, nuestro objetivo se alza imponente, con su blanco pico de entre todos los montes blancos. Yo creo que al comparar el pico de más de 5.000 metros con el resto de cimas, pierden valor al verse tan pequeñas en comparación.
Ya retomando otra vez el descenso al campamento base, me estoy sincerando con nuestro guía Ivan. Y entre todas las cosas interesante que me ha contado extraigo una en concreto que me parece muy importante: En la montaña, tenemos que prestar atención a las cosas más ínfimas, porque las cosas más pequeñas, aquí, se magnifican.
Es la hora de cenar, pero no me encuentro nada bien y prefiero no comer el segundo plato. He empezado a sentir frío; me he abrigado, pero sigo igual. A pesar de que hoy hay un par de grados más que ayer, sigo sintiendo un intenso frío en el cuerpo. Está claro que no me encuentro bien. Y no sé si es porque me he enfriado en el descenso, me ha hecho mella la comida o el agua muy mineralizada - con fuertes contrastes de sabor en comparación con la de aquí, procedente de los glaciares del volcán -, o por el contrario, ha sido por no tolerar la altitud.
Me he metido en el saco con ropa para intentar dormir algo y a ver si se me pasa esta malísima sensación del cuerpo. Tras interminables minutos, me doy cuenta de que no puedo dormir. Mi compañero de tienda se ha preocupado por mí y me ha traido un medicamento. No sé ni lo que me he metido en la boca. Me siento tan mal que no puedo contemplar la posibilidad de que al día siguiente pueda afrontar otra vez el ascenso al primer campamento.
Ahora sí, por mucho que lo haya querido evitar, tengo que pasar por la oscura y pútrida letrina por fuerza mayor. Me he equipado con un frontal para hacer luz y un pasamontañas para taparme la nariz. Pero por mucho que aquí lo describa, el olor ha sido aun más nauseabundo. Tanto que me han entrado ganas de vomitar.
A la vuelta a la tienda, mi malestar aún sigue incrementándose. Esta vez me vienen nauseas de verdad. Me agarro una bolsa y permanezco con la cabeza fuera de la puerta, esperando el fatídico momento. Pero parece que no llega y me entran las ganas de dormir. Al poco rato me he vuelto a despertar y he vomitado."
22 de agosto:
"He dormido dos horas. Sólo me han dejado desayunar te verde con unos frutos secos. Esto no me ha quitado el hambre. Han desmontado las tiendas y yo no he servido de gran ayuda, ya que no tengo fuerzas. Hoy nos toca subir mucho peso al primer campamento. Hemos contratado una portadora para que nos suba 20 kg. Nos ha costado 50€.
Hemos comenzado a caminar. Poco a poco hemos empezado a subir la cuesta hacia el primer campamento, pero enseguida me he empezado a cansar... Me he tenido que quitar la mochila y todos me han venido a ayudar enseguida. Se han preocupado por mi estado. Me siento realmente agradecido por el compañerismo de todos y por lo que me demuestran. Si consigo subir a la cima, les he dicho que les invitaré a una cerveza a cada uno.
Me han quitado mucho peso de la mochila y se lo han repartido entre ellos. Pero aún me siento muy débil y tengo mucha hambre, ya que estoy vacio por dentro y apenas he desayunado nada. La dabilidad se ha apoderado de mí y hemos tardado una hora más que el día anterior en llegar al campamento.
Al instante de llegar, nuestro guía Ivan me ha ordenado tumbarme y descansar en una de las tiendas que ya está montada. Cómo no, he obedecido, porque necesito descansar. Mientras he estado durmiendo una hora, el resto de compañeros han montado todas las tiendas.
Lisa, nuestra cocinera, me ha preparado un poco de arroz. Nos cuida como si fuesemos sus hijos. Nos aprecia y siempre es muy atenta con nosotros. Parece que he empezado a darle la vuelta a la situación y me encuentro mucho mejor. Ya van siendo algunos días que no tenemos noticias de los nuestros, y eso también va dejando huella.
El paisaje a 3.700 es desolador. A partir de cierta altura no existe vegetación alguna y parece que hemos pasado de nuestro querido Aralar a la mismísima Luna. Al ras de nuestro campamento empieza la nieve y el glaciar norte del Elbrus. El día de la cumbre, saldremos con todo el material puesto.
Mañana vamos a subir a 4.800 metros de altura por temas de aclimatación, donde se encuentra un helicoptero militar derribado. Los militares rusos no dejan sacarle fotos al aparato y cogen a gente aleatoriamente en el descenso para revisar sus cámaras de fotos. Parece ser que es dificil bajarlo desde esa altura y lo están haciendo pieza por pieza.
El campamento uno se encuentra en un pedregal; aquí queman la basura, hay un cartel donde pone la dirección donde se encuentra el baño (por supuesto, al aire libre) y a lo lejos podemos observar un barracón militar. Nos han vuelto a medir el oxigeno y la frecuencia y todo va sobre ruedas. Con nosotros se encuentran un par de alpinistas que ese mismo día han subido a los 4.800 metros y nos han comentado que lo han pasado mal en el ascenso; que no podían respirar como es debido y que han tenido jaqueca. Me he dado cuenta de que la montaña pone a cada uno en su sitio y yo, tan bien que me veía ayer y cuando lo veía ya todo más que asequible, hoy no son más que un mar de dudas las que me rodean."
23 de agosto:
"El viento no me ha dejado dormir mucho. Además, la primera noche a esa altura no suele ser nada fácil, ya que empiezan a aparecer los primeros sintomas de la altura. A mi me duele un poco la cabeza y me he tomado una aspirina.
He llegado más tarde que el grupo al desayuno. Nuestro guía ruso nos ha preguntado por nuestros crampones y en ese instante una especie de inquietud se ha apoderado de mí. Mis crampones son viejos, muy viejos. Los ajusto con tornillos, pero lo que no he tenido en cuenta es que he llevado unos cubrebotas y ahora la dimensión de la bota es algo mayor. Me apuro porque el grupo va a salir y yo no sé aún ni si tengo que quitarme los cubrebotas...
Empiezo a ponérmelos ya en la nieve y en el primer momento, la impresión es que no me entran. Me asusto, pruebo otra vez y ahí están. Encajando perfectamente. Me traquilizo, aunque ha sido un sustito más que me ha dado la montaña.
Y empezamos a caminar. El sol nos amenaza con sus rayos. Vamos subiendo la pala de nieve de unos 30º de inclinación. Me siento bien, a pesar de que a la mañana me haya despertado con dolor de cabeza.
Hemos llegado a una zona de grietas. Todos nos hemos encordado por seguridad. Hemos hecho dos cordadas, una de cinco y la otra de seis personas. La primera guiada por el guía ruso Ivan y la otra cordada guiada por el guía Donostiarra Martín.
Tras horas caminando, uno de nosotros dice que se va a dar la vuelta, que no puede más. Nosotros hemos decidido seguir nuestro ritmo y Martín se ha quedado con él rezagado. Veo que algunos no consiguen seguir el ritmo, pero la verdad es que yo me encuentro muy bien.
Hace mucho viento, -5ºC de temperatura, pero la sensación térmica es aún menor. En un momento, a pesar de llevar dos guantes, he perdido la sensibilidad en los dedos.
Y al fin, ahí nos encontramos, a 4.800 metros de altura. Es la altura del Mont Blanc y me encuentro muy bien. Tengo muy buenas sensaciones. Por lo que me veo muy optimista... Hasta que veo a nuestro guía Ivan señalándonos cual va a ser el camino que vamos a tomar para culminar la cima dentro de dos días. Y para mi asombro, nos señala su cima secundaria, 20 metros más baja que la principal, y más cercana a nuestro campamento.
Le he preguntado a ver si tienen intención de hacer la cima secundaria y me ha dicho que sí. Me ha advertido que son 3 horas menos que la cima principal. Pero le he insistido en que yo he venido a subir la cima principal. Yo me siento bien y lo quiero intentar, pero lamentablemente, yo no tengo la última decisión. En ese momento, para mi sería una decepción hacer la cima secundaria.
En la bajada algunos se han sentido indispuestos a comer, debido a la altura. Comer a las cuatro de la tarde es la rutina diaria de esta expedición.
La hora de la cena es a las siete de la tarde. Ha salido el tema de qué cima atacaremos. Subir a 4.800 metros nos ha llevado 4.30 horas. Dicen que hay 4 horas más a la cima. A la cima pequeña.
Entonces ha hablado Martín con mucho criterio y ha propuesto que como están dos guías, tenemos dos cordadas y podemos coger dos caminos diferentes. A Ivan parece que eso no le ha hecho mucha gracia y nos ha comentado que en el punto que hemos subido hoy tomaremos la decisión final.
Y poco más por hoy. Me he limpiado los dientes bajo el glaciar del gran Elbrus y me he metido a la cama para las nueve de la noche. Me dispongo a escribir mientras escucho algo de música."
24 de agosto:
"Otra vez el viento me ha despertado por la noche. Bueno, el viento y alguna que otra pesadilla, pero en general he pasado una noche muy buena. Cada vez que nos despertamos aquí, vislumbramos paisajes de ensueño: Hay un mar de nubes bajo nuestros pies, donde sobresalen unos pocos picos; y justo a nuestra espalda se encuentran las dos gemelas blancas.
El clima aquí se repite día tras día: por la mañana no hay ninguna nube; al mediodía se empieza a cubrir y por la tarde se cubre completamente. Espero que mañana se cumpla, ya que es día de cumbre.
Hemos desayunado a las 8:00 en nuestra tienda-comedor de siempre. A las 11:00 hemos quedado para hacer unas practicas de piolet y crampones. Tras dos horas y media, nos hemos ganado la comida.
A la tarde, el padre de nuestro guía ruso Ivan se ha puesto en contacto con su hijo, para comunicarle que ha conseguido llegar a la cima con las dos personas que nos encontramos ayer, y que no iban nada sobrados de fuerzas. Esto ha sido una noticia muy positiva para mí, porque quiero que el equipo se motive y que vea factible el poder llegar hasta la cima; no quiero que nos conformemos con la cima pequeña.
Padre e hijo se comunican cada hora. Así se tienen controlados. Saben si algo va bien o si va mal.
No nos queda más que matar el tiempo. Jugamos a la petanca. No es bueno quedarse quieto. Es mejor moverse para mejorar la aclimatación.
El menú en este hotel de cinco estrellas es, de primero, sopa con vegetales o legumbres; de segundo, ensalada; y después tenemos un poco de todo en la mesa: carne, chocolate, queso... ¡Pero lo que nunca falta aquí es el té!
Hemos cenado a las 18:30, para poder meternos temprano a la cama, pero los que hoy han hecho cima, aún no han llegado al campamento uno. Nosotros les estamos esperando. Está lloviendo y hace 0 grados. Nos comenta nuestro guía que están caminando muy despacio. En total, van a caminar 17 horas.
Esto mina un poco la moral del grupo. Pero lo que está claro que esto no es lo normal, se tienen que dar cuenta de que los dos que han subido hoy no están fisicamente tan fuertes como nosotros. Lo normal es tardar unas 12 o 14 horas.
Antes de acostarnos, hemos hecho un "briefing": Si la cosa va bien, calculamos tardar entre 8 y 10 horas hasta la cima desde el campamento uno, tras salvar un destivel de 1.900 metros. Por lo que comenta nuestro guía Ruso Ivan, parece que prefiere que subamos a la cima pequeña, viendo las fuerzas que tienen algunos del grupo. Veo la cosa un poco negra, porque si alguien flojea antes del punto de ayer, Martín tendrá que bajar con él e Ivan preferirá conduciros a la cima menor.
Tal y como dicen aquí, al monte Elbrus hay que pedirle permiso para pisar su cima. Yo lo he hecho con todos mis respetos. Es mi sueño llegar a la cima. Veremos si mañana me recibe con los brazos abiertos."
25 de agosto:
"Estoy pasando mala noche porque estoy nervioso. Sueño que todos salen sin mí; en la siguiente pesadilla me doy cuenta de que me falta material ya cuando estamos a medio camino. Pero dejando al lado todas estas cosas, ya ha llegado el momento de la verdad.
Son las 3:30 y salimos a las 4:00. Hemos desayunado. Hoy no hace tanto viento como lo ha hecho los días anteriores.
He desayunado lo más que he podido, ya que se muy bien que no vamos a parar mucho durante el ascenso.
Preparado. Nos vamos. Estoy totalmente convencido de que hoy voy a llegar a los 5.642 metros de altura. Es el momento de darlo todo, aunque sé que no va a ser fácil.
Son las 4:10 de la mañana. Es de noche y vamos con las linternas. Voy con una sensación muy buena. Entre todos formamos una fila que parece una serpiente sobre la pendiente empinada.
El primer paso es llegar a las Lenz Rock, a 4.300 metros de altura. Hemos tardado 3 horas en llegar a estas rocas, con paso constante y sin parar. Ya hemos empezado a vislumbrar la salida del sol. Hemos visto el despertar de todas las montañas de los Caucasos. Pero no hemos perdido mucho tiempo. Tras parar un instante, nos hemos puesto un poco más de ropa, y hemos seguido adelante.
El siguiente paso es llegar al punto que llegamos hace dos días, a la altura de 4.800 metros. Supuestamente, vamos a decidir en ese punto el camino que vamos a tomar.
Tras varias horas caminando, me siento bien. Tengo un buen ritmo, no estoy cansado y mis piernas están funcionando a la perfección. En la parte delantera del grupo, Ivan dirige. Tras él va otro compañero que parece que está perdiendo fuerzas. Martín se le ha acercado y le ha animado.
Parece que antes de llegar a los 4.800 metros, la decisión está tomada. ¡¡Vamos a atacar la punta más alta!! Una felicidad recorre mi cuerpo y se me ha escapado una sonrisa.
Nuestro paso es lento, pero constante. Quiero transmitir todas las sensaciones que estoy viviendo. Quiero que todo el mundo sienta lo que estoy sintiendo. Me vienen a la cabeza las personas más importantes de mi vida: los que he dejado atrás y los que todavía están en mi camino. Necesito la fuerza de todos para poder seguir.
A los 4.800 metros de altura, nos hemos encordado para cruzar el glaciar de lado a lado. Es una zona de grietas y es mejor ir atados. El ascenso transcurre como si directamente ascendiésemos hacia la cumbre pequeña del Elbrus. Una vez sobrepasadas las Lenz Rocks, se cruza en diagonal el glaciar para aparecer en el collado, entre los dos picos. Si fuésemos al pico pequeño, sólo tendríamos que tirar hacia arriba, sin desviarnos hacia el collado.
Ahora vamos de camino a los 5.300 metros, donde se encuentra el collado. Vamos en diagonal, el camino ha perdido algo de inclinación, por lo que va a ser más largo.
Todos vamos encordados y, por lo tanto, manteniendo el mismo ritmo.
A las 5 horas de caminata, uno del grupo se desvanece al suelo; está agotado. Martin e Ivan acuden corriendo para socorrerle. Se ha levantado como si su cuerpo pesase 100 veces más. Parece que empieza a andar otra vez, pero desgraciadamente parece que está sin fuerzas para continuar. Le hemos dado tiempo para que descanse. Martín le ha cogido su mochila, para ver si sin peso puede continuar.
Pero nada. No tiene fuerzas. Martín no ha tenido más remedio que cogerle y dar la vuelta. Aquí nos hemos despedido de ellos. Es una pena que no puedan continuar...
Pero no hay tiempo de lamentaciones. Vamos hacia adelante, con intención de llegar al siguiente punto que está a 5.300 metros de altura; pero parece que no llega nunca. Cada vez nos cuesta más respirar debido a la altura y el esfuerzo es mucho mayor. El grupo de adelante parece que se va alejando y algunos de nuestros compañeros de cordada han empezado a fatigarse seriamente. Uno incluso tiene ganas de vomitar.
La cosa se ha puesto tensa y hemos empezado a dudar en si tendríamos que bajar o no. Pero yo me siento bien y quiero tirar hacia delante. Por suerte, parece que la cuesta a remitido un poco y ya vemos que el grupo de adelante a llegado al siguiente punto de parada. Esto ha calmado un poco los ánimos y nos hemos tranquilizado.
En este punto, ya sé que lo vamos a conseguir.
La mayoría ha decidido que vamos a dejar en este punto las mochilas, para recorrer los últimos 300 metros de desnivel sin peso alguno. Yo quiero llevarme mi mochila, porque tengo muchas camisetas con las que me quiero sacar foto. Hemos cambiado las cordadas y tras comer alguna barrita, atacamos la punta.
Tras media hora caminando, me he dado cuenta de que ha sido un error coger la mochila, ya que a esa altura todo se hace más pesado. Me cuesta seguir el ritmo. Me ahogo enseguida. Pero consigo salvar la pendiente más empinada y al fonto aparece el final de nuestro recorrido.
¡Ahí está! ¡Voy a llegar! En los últimos metros hacia la cima, me acuerdo de todo el sufrimiento transcurrido y, sobre todo, de todos mis seres queridos. Lloro por la emoción tras 9 horas de continúo ascenso. La victoria es nuestra y el sueño se ha cumplido. ¡¡¡Estoy en la cima de Europa!!!"
26 de agosto (epílogo):
"Al día siguiente por la mañana hemos descendido al campo base. Para celebrar nuestro logro, hemos comprado a unos lugareños vodka y cervezas. ¡Esto hay que celebrarlo! Hemos pasado la tarde jugando a las cartas y bebiendo vodkas. En total, han caido 6 botellas. Y a 2.700 metros el alcohol se nota más. O eso es lo que parecía sólo con vernos las caras...
Pero el alcohol es lo que tiene: aflora los sentimientos y, sobre todo, después de unos días tan intensos. Cada uno cogió la palabra para decir lo que había vivido.
El quién lo dijo me lo quedo para mí. Pero algunas frases las quiero compartir:
- Da igual que la montaña sea alta o pequeña, lo importante es que cada uno sepa sacar de ella una historia. Nosotros no entendemos el alpinismo como un deporte, sino como una forma de vida.
- Yo me preguntaba porqué quería subir montañas. Una vez leí: porque están ahí. Y eso me bastó. Pero un día me pregunté: ¿Y por qué me gusta si sufro subiendo? Y creo haber encontrado la respuesta: Porque la montaña saca lo mejor de mí.
Yo esta ascensión se la quiero dedicar a mi padre. Él me inició en este mundo, con él he descubierto miles de recovecos en los Pirineos y ha sido con él con el que he compartido mil y una experiencias. Es una pena que este mismo año haya tenido un problema físico y no haya podido estar aquí conmigo. Sé que le hubiese encantado. Pero habrá futuras expediciones, de eso estoy seguro.
Y con este ambiente de amistad nos despedimos del Cáucaso. Esta montaña será para siempre parte de mi vida. He pasado momentos malos y buenos, pero Elbrus ha conseguido sacar lo mejor de mí. Y, sobre todo, he aprendido a valorar más las cosas que tengo.
Como diría Napoleón: ¡He tenido a Europa a mis pies!"
Ficha técnica
- Ruta: Elbrus Cara Norte
- Desnivel:3.000 m.
- Ubicación:Caucasos
- Categorías : Cara norte, Crampones
- Dificultad:F+
- Graduación del corredor:30º
- Tiempo acceso:2 días
- Acceso:Vuelo a Moscú. A continuación, coger un vuelo interno a Mineral Vody. En furgoneta llegamos a la región de Kabardino Balkaria y pasamos una noche allí. Al final, viaje en 4x4 al campamento militar (nuestro campo base) en el valle del norte.
- Tiempo ascenso:3 días
- Tiempo descenso:1 día
- Características:Lo más difícil del día de cumbre es el desnivel de 1900 m que hay que salvar a semenjante altura. Por lo demás, la pendiente no supera los 35º de inclinación.
- Material:Crampones, piolet, bastones, botas gruesas, arnes, saco, cuerda y buen equipamiento contra el frio (-20º en la cumbre).
- Condiciones:Aunque el día parezca estar soleado, el tiempo puede cambiar brúscamente en cuestión de minutos. La niebla puede hacer que perdamos la orientación.
- Época: Verano
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